PEDRO PUDÍN DE PAN EN BÉLGICA


Dicen que en Bruselas en el barrio llamado 'les Marolles' la gente habla un lenguaje flamenco-valón muy bonito. Un buen día de verano, Pedro Pudín de Pan decidió viajar a Bruselas para oírlo con sus propios oídos. Desde Maastricht, ¿tenía que viajar por vía de la ciudad valona de Lieja? Pedro creyó que no, ya que el viaje más corto entre dos ciudades flamencas no podía llevarlo por una ciudad valona. Por eso, Pedro tomó el autobús a Tongeren. Y porque quería viajar a Bruselas en línea recta, continuó su viaje por tomar el autobús a Sint Truiden. De esta manera, podía viajar a Bruselas por vía de Tienen y Lovaina.
El viaje fue bonito y quieto, pero de larga duración. Es necesario darles un señal de alto muy claro a esos autobuses bélgicos, y aceptar que los chistosos conductores corresponden al señal desde el autobús por agitar el pañuelo con movimientos excesivos. En el país de los bélgicos se tiene que entender de burlas. En el camino, Pedro tuvo gana de un vaso de cerveza fresca de la marca Hoegaarden. Después de pagar y antes de salir de la posada, es necesario pedir la vuelta, porque los camareros no tienen tiempo para bagatelas.

Al llegar a Schaerbeek, Pedro bajó del autobús. Quería buscar un hotel barato. Hasta cuatro veces le preguntó a alguien: "¿Habla flamenco?", y tres veces recibió la respuesta "¡No!". Pero el cuarto dijo: "¡Por supuesto!" Lo dijo una señora que fue a acompañar a Pedro en el autobús y mostrarle un hotel cerca de la Gare du Nord.
Debe de haber pasado en este autobús, cuando la señora amable le apuntó con el dedo un hotel desde el autobús: rateros le quitaron a Pedro el monedero. No lo notó hasta que estaba paseando en la calle. Por un momento estaba perdido, pero pronto se recobró. Tenía bastante dinero en una bolsilla debajo de la camiseta. Entró resignado en el hotel señalado: hotel New Galaxy, dirigido por unos congoleses.

Debemos decir que los congoleses estaban pulcramente vestidos, correctos y atentos. Por poco dinero, Pedro recibió un cuarto modesto pero limpio. Los negros servidores sonreían amablemente, y en la mañana siguiente una congolesa graciosa sirvió café bueno y un desayuno sabroso.
Ahora primero tenía que cambiar su dinero holandés por francos bélgicos. No fue fácil. El primer banco estaba cerrado, el segundo no quería cambiar por principio, el tercero no quería aceptar dinero holandés. Así pasaba la mañana entera. Después, Pedro fue a la policía para denunciar el robo del monadero. "¡Siempre hay que tener cuidado, señor!", dijo la agente de policía en la ventanilla.

Pedro hizo un paseo por el barrio 'les Marolles'. En un café para la clase obrera se sentó entre las marionetas. Escuchó a unos de los bruseleses en mangas de camisa que hablaban en su propio bonito lenguaje. Después quiso visitar los Archivos Nacionales, porque uno de sus antepasados había nacido en 1711 en Hoeleden cerca de Tienen. Tal vez pudiera encontrar la anotación del cura de aquel entonces en el libro de bautizados.
¡Ay de Pedro! En los Archivos Nacionales dijeron que tenía que ir a Lovaina, porque el departamento en Bruselas estaba cerrado por reforma del edificio. Pasó el resto del día en un parque, en el que tuvo una conversación bonita con un señor flamenco sobre los antepasados brabanzones de este señor. El hombre dijo que las fichas de microfilm de los libros de bautizados todavía estaban enpaquetadas en Bruselas. Por eso, Pedro no tenía que pedirlas en Lovaina. ¡Son locos esos belgas!
En el día siguiente se celebraba una fiesta de la virgen María. Todos servicios públicos estaban cerrados, o trabajaban a medias. Pedro consiguió viajar con el tren de Bruselas a Bilsen, cerca de la frontera holandesa. Pero no iba a salir un autobús por Maastricht hasta las altas horas de la noche. Por eso tomó el autobús por Veldwezelt, más cerca de la frontera, y paseó a casa dentro de dos horas. Hogar dulce hogar.