PEDRO PUDÍN DE PAN COMO MEDIADOR DE AMOR


Al llegar a la edad mediana, Pedro Pudín de Pan decidió hacerse un mediador de amor. El mismo ya había ganado experiencia con el enamoramiento y las bellas muchachas, y ahora quería ayudar a otros hombres en el sendero deslizadero del amor.
Puso en el periódico un anuncio que decía: Pudín de Pan Cartas de Amor SRL, para todos sus mensajes amorosos y declaraciones de amor. Dirección de correo electrónico: Pudíndepan_p@hotmail.com .
Luego habilitó su cuarto de estar como oficina, con computadora y buró y teléfono. Colgó de la pared un póster grande de Fred y Wilma Flintstone, y un póster pequeño de Brigitte Bardot como joven modelo fotográfica en traje de baño.
El primer día, no había muchos clientes. Sí, vino un chico de trece años de edad con gafas que todavía eran demasiado grandes. Le dijo Pedro que volviera tras unos años. Y vino un hombrito anciano muy torcido, quien se había escapado de su esposa. Sin embargo, Pedro vio por la ventana a la mujercita que ya acudió con una cadena en la mano izquierda.


En la mañana siguiente vino un cliente serio: un gran hombre gordo, quien estaba enamorado de una señorita que se llamaba Isabel. Dijo el hombre que ella era la rubia más encantadora del mundo, y a las rubias las quería más. Isabel estaba empleada como limpiadora en un despacho de abogado, pero el cliente no se atrevía a contactarla. Sin embargo, siempre pensaba en ella, aún cuando dormía.
Pedro hubo registrado todo, y le miró al hombre comprensivamente. Iba a inventar un plan de acción y ponerlo en ejecución después de madura reflexión. No era necesario que el cliente se preocupara mucho de las expensas, ya que Pudín de Pan trabajaba con contratos de bajo presupuesto y suma global.
Ahora Pedro le acompañó al hombre gordo a la puerta. Le pidió volver tras tres días. Sumido en sus pensamientas se retiró a su cuarto de dormir. Después de un cuarto de hora se le ocurrió una idea. Se incorporó, tomó una pluma y un pliego de papel, y comenzó a escribir con furia.



En esta misma tarde, Pedro llamó por teléfono al despacho de abogado en el que trabajaba la muchacha. "Pudín de Pan Cartas de Amor, departamento de investigaciones", dijo. "Me gustaría hablar con señorita Isabel Filette, quien está en servicio de ustedes como limpiadora". La muchacha vino al teléfono, y Pedro le dijo que quería venir a verla para presentarle las declaraciones de un cliente interesado. Se puso un traje gris con corbata de lazo roja, y fue con toda velocidad a la dirección que le había dado el hombre gordo.
Resultó que Isabel era una señorita linda, con una pequeña nariz remangada. Siempre que reía, se veía hoyuelos en sus mejillas. Ella se había quitado el uniforme de limpiadora, y esperaba a Pedro en un vestido de niña floreado con tacones en los pies.
Pedro se colocó delante de ella, y a los circunstantes les pidió que los dejaran solos por un momento. La muchacha parecía un poco nerviosa por que no tenía ni idea de lo que ese señor le iba a declarar. El mediador le sonrió para alentarla, se aclaró la garganta, le miró al fondo de los ojos, y empezó su discurso.


"Oh, Isabel", dijo con un suspiro, "yo comprendo muy bien que te ama el señor Guillermo van Veldkamp. Es muy posible que tu cabello rubio y tus ojos azules lo lleven a la desesperación. No puede pensar en otras cosas. Tu belleza es como el rocío y el rosicler. Isabel, dímelo, ¿quieres encontrar al señor van Veldkamp?" Ahora Pedro le guiñó un ojo, y meneó la cabeza afirmativamente, mientras le miraba con toda confianza.
Isabel estuvo perpleja. Le miró a Pedro Pudín de Pan, como si estuviera al punto de llorar. Por casualidad acabó de terminar un amor penoso. Después de unos minutos dijo que sí, mientras reía con tristeza.
El tercer día, vino a la oficina de Pedro Pudín de Pan. Apenas entró, abrazó a Pedro. Lo mimó tanto que el mediador casi no pudo respirar. Entró el gordo señor van Veldkamp, quien vio inmediatamente cómo estaban las cosas. "Me retiro", dijo en voz triste. "Veo que habría sido mejor si lo hubiera hecho yo mismo."
Así terminó la carrera de Pedro como mediador de amor. Gastó unos días divertidos en Isabel. Después comenzó a considerar qué trabajo le correspondería más.